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Largo día de más decepciones que sorpresas, pero de nuevo, con muchas risas.
Y sí, me apunto al carro de aquellos a los que Splice decepcionó. Y bastante.
Regeresaba Vincenzo Natali a Sitges, y yo encantado de la vida. Su curriculum es más que interesante, con su Cube, su Cypher, su Nothing, su corto Elevated… Y nos presentaba ni más ni menos que Splice en Primicia mundial (primera y única, creo, de este año).
Realmente no sé cómo comentar esta película, pero teniendo en cuenta la gran carga evolutiva que a priori nos pretende mostrar Natali en la misma, supongo que es un buen comienzo como cualquier otro. Con Adrien Brody y Sarah Poley jugando a ser ¿Dios?, nos encontramos una cinta de como tu creación puede llegar a ser tu propia perdición. Los experimentos siempre se escapan de las manos, y si jugamos con el código genético, estos puede ser peligroso. La inocente búsqueda de una criatura creada genéticamente a partir de varias especies, para la búsqueda de una cura para enfermedades como el cáncer, SIDA y/o similares, acaba en un arrebato de ego que lleva a nuestros protagonistas a dar un paso más allá. Pero el problema se trata que dicho paso se convierte en «El Paso«, pasando a un nível en el que unir al experimento con ADN humano pueda resultar algo perjudicial para nuestros protagonistas (en un sentido que ni ellos sospechan).
Un buen amigo mío, al que le gustó la película, comentaba su paticular visión de la misma, como una especie de castigo divino (literal) ante la afrenta de jugar a ser Dios. Me gusta, aunque realmente no termino de verlo del todo.
No, no ha terminado de cuajar Natali este año, aunque ni las malas críticas son tan malas, ni las buenas son tan buenas.
Tras Splice, nos vamos de cabeza a ver The Hurt Locker, catalogada por el propio Ángel Sala como «una película de terror de del verdad«. Y en parte tenía razón.
A través de los 3 protagonistas y sus psiques bastante maltrechas, nos adentramos en un grupo experto en desactivar bombas en la guerra de Irak. Con un toque muy similar al visto en la serie de la HBO, Generation Kill, Kathryn Bigelow nos muestra de nuevo a esa «Generación de la Play Station y de la MTV» en plena faena en territorio irakí. Y verdaderamente produce terror el ver como una guerra se puede convertir en una auténtica droga para muchos soldados, cuya dependencia de ella es auténticamente enfermizo en algunos casos.
Aquí no tenemos ni fantasmas, ni realidades alternativas, ni monstruos del averno. Solamente la cruda realidad. Y eso es lo que realmente da miedo.
Sobre las actuaciones, hay que comentar que los 3 protagonistas están realmente bien, pero lo que sorprende es la cantidad de cameos importantes que nos encontramos a lo largo de todo el metraje. Avalada con 4 premios en Venecia el años pasado, The Hurt Locker se ganado un puesto en mi lista de imprescindibles.
Y de unos soldados en Irak pasamos a unos guerreros vikingos. No mucho puedo decir de Valhalla Rising, ya que los brazos de Morfeo me agarraron sin dejarme escapar durante casi toda la duración de la misma. Sólo decir que uno de mis compañeros soltó un rotundo: «Malick sólo hay uno«.
Supongo que le daré otra oportunidad más adelante a esta película protagonizada por aquellos que no pudieron estar en El Señor de los Anillos, además de Mads Mikkelsen, más conocido por su papel de Le Chiffre en Casino Royale. Curiosamente en esta película también es tuerto… Cosas de la vida.
Para completar la tarde, nos metimos a ver Metropia. Película animada que prometía ser una revelación en el mundo de la animación, pero que, claro, se queda en un producto más. Aunque cierto es que la nueva técnica de fotomontaje que usa es bastante peculiar.
Diseño de personajes curiosos, a la par que desagradables a la vista. Una estética «cabezona» que muchas veces te sacaba de la película, y de la historia.
Una gran multinacional ha tenido la feliz idea de unificar todas las lineas de metro del Viejo Continente. Roger, nuestro protagonista, usuario asiduo de dichas lineas es atacado por voces dentro de su cabeza cada vez que usaba el metro. Un día, decide investigar (o más bien, se ve forzado a ello) que ocurre realmente en su mente, llegando más allá de dónde debía.
De nuevo nos encontramos con una película que nos muestra el futuro del corporativismo, y su influencia sobre el ser humano y la sociedad del momento.
Y agarráos que vienen curvas. ¿A quién se le ocurriría hacer una película de 2h de duración sobre los ataques de un jabalí gigante, con más toques de comedia que de tensión? Obviamente a los coreanos.
Cine El Retiro. 00.45h de la noche. Sala medianamente llena… Comienza Chaw (se podría decir que es la versión coreana de Razorback). Y para empezar, ya aparecen polícias cayéndose por una colina a la hora de investigar un crimen. La película nunca más se tomó en serio (ni pretensión que había).
Una pequeña región campestre está siendo acosada por los ataques mortales e indiscriminados de un jabalí gigante. Y allí que mandan una expedición de caza.
Impagables los grandes momentos que hicieron que las risas (sobre todo las de mis colegas y las de un servidor) se oyeran por todo El Retiro: la policía colina abajo, la chica de la bici que escapa al ataque, Vidal Sasoon, el teniente cleptómano, el cazador y su conversación con los perros, el alcalde y la loca del pueblo, y, sobre todo, la mirada aviesa del Jabalí.
Gran pase nocturno, sí señor.
Y con esto y un bizcocho, se acabó un día la mar de normalito.
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