Este cuarto día festivalero viene cargado de lo mejor, y sobre todo, de lo peor. Esto es Sitges, capaz de estas diferencias tan brutales en las películas proyectadas. Y lo peor es que uno no termina de acostumbrarse a ello.
Uno de mis primeros madrugones de este año (fuera parte de los que hay que hacer para hacer la reserva de entradas de la prensa) fue para ver Last Days in the Desert, una película de esas que no esperas a priori en un Festival como el de Sitges, pero que yo particularmente agradezco que se traiga, porque difícilmente se podría ver en otro lado.
Uno de los pasajes mas relevantes del Nuevo Testamento, y que no se trata demasiado cinematográficamente hablando, es el del retiro espiritual de 40 días y sus 40 noches que pasó Jesús en el desierto. Durante ese período de tiempo, el Diablo intentó tentarle de diversas maneras. Esta cinta, como su propio nombre indica, nos narra los últimos días de Jesús en el desierto luchando contra la tentación de Belzebú. Película simple, sin ninguna pretensión. Pero claro, cuando vemos que el papel de Jesús lo interpreta Ewan McGregor, la cosa cambia, ¿verdad? Y si el papel del Diablo lo interpreta… Ewan McGregor también, pues ya casi se hace obligatorio su visionado. El actor escocés está inmenso en ambos papeles.
Y pasamos de un actorazo, a otro. Le toca el turno a Michael Fassbender y la adaptación de la conocidísima obra de Shakespeare. Sin duda esta película sobresale, y de qué manera, por la estética visual que nos muestra y regala. Eso, junto a un reparto encabezado por el propio Fassbender, acompañado por Marion Cotillard, David Thewlis (Harry Potter), Sean Harris (Misión Imposible: Protocolo Fantasma) o Paddy Considine, que para mí es el que resalta por encima de todos.
Esta adaptación de Macbeth, en lo que a historia se refiere no sorprenderá a nadie, por lo que para atrapar al espectador se trabaja, y de qué manera, el aspecto visual, el cual resulta ser un poderoso aliado de la película. Sin embargo, esto no quita que la sensación que te queda al final sea la de haber visto una obra de teatro en cines. Todo muy majestuoso, pero carente de cercanía. Una pena.
Curioso caso el de Belladona of Sadness. Película del año 1976, remasterizada recientemente para su re-estreno en salas comerciales. Dirigida por el director nipón Eiichi Yamamoto y el estudio Mushi Production, la película es un viaje erótico-festivo muy psicodélico a través de las aventuras sexuales que vive y sufre su protagonista Jeanne. Es realmente sorprendente que este producto se estrenara con fines comerciales en el 76 por su altísimo nivel erótico (e incluso pornográfico). Experimento muy interesante, pero no para todos los públicos.
Interesantísima y cruda cinta que viene de la mano del director Jon Watt, la cual nos narra el como dos niños, en unos de sus múltiples juegos por el bosque descubren un coche patrulla abandonado consiguiéndolo arrancar y seguir sus juegos con él. Pero el coche no estaba abandonado, y su dueño tiene poco de policía. Y es que Kevin Bacon no discrimna el que sus ladrones particulares sean dos pequeños, ya que la caza que inicia a continuación es encarnizada por sus propios motivos personales. Fotografía muy cuidada, dirección muy límpia y unas actuaciones con las que por fin puedo ver una película con niños haciendo cosas de niños de su edad y actuando en consecuencia.
Rara, pero rara de verdad. Entre las referencias a Superman, señores defecando y diálogos totalmente aleatorios, el señor Apichatpong parece que vuelve a reírse de su público. O será que yo no termino de entenderle, ya que la película no deja de ganar premios en diversos festivales. Lo siento Apichatpong, pero no cuente conmigo para la próxima…
Y finalizamos un día maratoniano con Youth. Otras de esas cintas que uno no sabe muy bien cómo es que ha acabado en Sitges. Está claro que su director, Paolo Sorrentino tiene en su haber un currículum envidiable, y sus películas se pasean por Europa y el mundo entero con gran aceptación de crítica y público. A Il Divo o La Gran Belleza me remito (pude disfrutar de ambas en el SEFF en su momento). Y Youth sigue dentro de los parámetros de su cine «social», con su pausa característica, pero con unas historias profundas y, sobre todo, unas actuaciones soberbias en este caso sobre los hombros de Harvey Keitel y Michael Caine. Simplemente maravillosa.
Sorry, the comment form is closed at this time.